El Panteón...

El edificio del que vamos a hablar es uno de los más impresionantes de la Historia de la Arquitectura con mayúsculas. Es la coronación del sueño de dos grandes hombres que amaron con pasión la arquitectura y promovieron obras que la posteridad no ha podido nunca dejar de admirar...

En una plaza agradable y siempre bulliciosa, la Piazza della Rotonda, en la que desembocan varias calles laterales relativamente estrechas se alza impertérrito, sin asustarse del avance del tiempo que lo contempla, El Panteón, conocido popularmente como La Rotonda que da nombre a la plaza. Sin duda la obra romana mejor conservada que ha alcanzado nuestros días y que, con su imponente volumen y su serena belleza, ha cautivado a los millones de personas que la han contemplado con reverencia y veneración a lo largo de los siglos.

Vista de El Panteón al acceder a la Piazza della Rotonda

Pensar, cuando se contempla este gran edificio en silencio, que emperadores como Marco Aurelio o Caracalla; grandísimos artistas como Brunelleschi o Bramante, Miguel Ángel o Rafael, Bernini o Borromini, Caravaggio o Canova lo contemplaron también extasiados desde el mismo lugar, eriza el vello e hinche el corazón de emoción.

La inscripción que figura en el friso, bajo el frontón del pórtico de entrada al edificio reza "M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM.FECIT", esto es, "Marco Agripa, hijo de la luz (otros lo interpretan como hijo de Lucio), cónsul por tercera vez, lo hizo". Por lo que hasta finales del siglo XIX se atribuía únicamente la realización del mismo a Marco Agripa. Hoy sabemos que el conjunto del que disfrutamos actualmente se debe también al genio del emperador Adriano. Hagamos un poco de historia...

La fachada del pronaos con el frontón y la inscripción del friso

La Piazza della Rotonda señala el punto exacto desde el que, según la mitología romana, Rómulo (el mítico fundador de Roma) fue arrebatado al cielo por su padre Marte, el dios de la guerra. Razón por la cual toda la llanura, desde este lugar, considerado sagrado, hasta el río por un lado y hasta las colinas por el otro, se conocía como Campo de Marte. En el año 27 a.C. Marco Agripa escoge este privilegiado enclave para ubicar un templo dedicado a Marte, Venus, los doce dioses del firmamento y demás dioses protectores de la familia Julia (Gens Juli) a la que pertenecía su amigo y primer emperador Octavio Augusto. El templo recibe entonces el nombre de Panteón (del griego Πάν, todos y θειον, dioses), como templo dedicado a todos los dioses romanos. Marco Agripa era consejero y amigo personal del emperador, un gran general y estratega que consiguió la victoria definitiva de Octavio Augusto frente a Marco Antonio y Cleopatra (que pretendían el poder en Roma) en la batalla naval de Actium (en la costa griega), un conocido escritor y geógrafo, y un reputado arquitecto y urbanista. En esta última faceta, Agripa realizó grandes obras de mejora de canalizaciones en Roma, construyó termas, pórticos y jardines, teatros (como el de Mérida) y ordenó todo el espacio urbano del Campo de Marte, edificando en él varios templos, entre ellos el primer Panteón.

El Panteón de Agripa, según las investigaciones realizadas por Chedanne en 1892, era un templo decástilo (con diez columnas en fachada) de planta rectangular con tres cellas (cámaras interiores para las divinidades) que se ubicaba donde hoy se encuentra la plaza, a un nivel de 2,44 metros por debajo del actual. Abría su fachada de acceso hacia el Sur, al contrario que el que vemos hoy en día, y disponía de un ninfeo (monumento dedicado a las ninfas, normalmente una fuente) previo, que se hallaba justo donde hoy se levanta La Rotonda. Seriamente dañado por un incendio que afectó a la práctica totalidad del Campo de Marte, fue restaurado profundamente por Domiciano en el año 80 d.C. Sin embargo, menos de 30 años después, queda otra vez devastado por un incendio al alcanzarle un rayo.

Entre los años 118 y 128 d.C. (atestiguan las fechas las marcas de cantería en las fábricas) el emperador Adriano acomete obras en él por tercera vez, pero en lugar de limitarse a una restauración, opta por la reconstrucción integral desde los cimientos. Cambia su orientación abriéndolo hacia el Norte, reconvierte su pronaos (pórtico) a fachada octástila (ocho columnas) y construye la impresionante rotonda con su cúpula. Se ha atribuido el trazado al arquitecto Apolodoro de Damasco, pero no hay ninguna constancia documental de tal cosa. Por cierto, que este arquitecto fue hecho ejecutar por Adriano tras una discusión arquitectónica entre ambos.

Planta y sección de El Panteón

A pesar de la completa reconstrucción, Adriano, que nunca colocó su propio nombre en inscripción alguna de la multitud de monumentos que restauró, reconstruyó o edificó, hizo trasladar y recolocar la inscripción del antiguo Panteón de Agripa.

Describiendo desde exterior al interior el monumento, lo primero que se contempla es su majestuoso pronaos que proviene (aunque muy modificado) del antiguo edificio de Agripa. Está formado por dieciseis columnas monolíticas (de una sola pieza) sin estrías, de granito egipcio, con una altura de 14,14 metros, un diámetro de 1,51 metros en la base y 1,30 metros en su parte alta, y con un peso, cada una, que supera las 84 toneladas. Excepto las tres columnas que se pueden ver en el lateral izquierdo, colocadas en el siglo XVII por los Papas Urbano VIII y Alejandro VII, las demás son originales. Las tres más modernas se distinguen fácilmente por sus capiteles.

Las columnas sustentan un entablamento o friso de 3,35 metros de altura que soporta un frontón triangular que debió estar ocupado por estatuas de bronce, como atestiguan los agujeros que aún se pueden ver en él y que servían para la sujección de las mismas. Bajo la inscripción ya comentada, existe otra casi invisible que da cuenta de que el edificio fue restaurado por orden de Septimio Severo y de Caracalla a comienzos del siglo III d.C.

Interior del pronaos, con su estructura superior

El pronaos o pórtico se divide en tres naves. Las dos laterales terminan en sendos nichos en los que se supone que se hallaban estatuas colosales de bronce de Octavio Augusto y Agripa. La central emboca hacia la entrada a través de unos enormes portalones de bronce sobre los que siempre se ha debatido si son o no los originales. En todo caso son antiquísimos. Las vigas y los techos del pronaos estaban recubiertos de bronce, al igual que los casetones que más tarde veremos en la cúpula, pero el Papa Urbano VIII mandó retirarlos junto con otros relieves en el siglo XVII para fundirlos y realizar con este bronce el baldaquino de San Pedro del Vaticano y cañones para el Palazo Sant'Angelo. El pueblo, indignado, colgó en la famosa estatua de Il Pasquino (llamada "la estatua parlante" porque se colocaban en ella mensajes y mofas satíricas comentando los hechos de la actualidad ciudadana), un cartel que decía "Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini", comparando el respeto de los bárbaros al monumento, a pesar de los muchos saqueos de Roma, con la actuación del Papa que provenía de la influyente familia Barberini. Este Papa también hizo añadir dos campanarios barrocos sobre los laterales del pronaos, proyectados por Bernini, que los romanos bautizaron como "las orejas de burro de Bernini" y que fueron oportuna y afortunadamente desmontados a finales del siglo XIX.

El Panteón a finales del siglo XIX, aún con los campanarios

Traspasados los enormes portones, se ingresa en un espacio que deja absolutamente mudo a todo el que lo contempla por vez primera. La Rotonda es circular con una anchura en planta exactamente igual a su altura, por lo que se puede inscribir en ella una esfera perfecta de 43,20 metros de diámetro.

Cabe mencionar que, en muchas ocasiones, estos números no ayudan a hacerse una idea de sus enormes dimensiones. Por ello, señalar que su anchura supera en más de un metro a la de la cúpula de San Pedro del Vaticano o que su altura desde el suelo superaría a cualquier edificio de 13 plantas de nuestras ciudades, puede acercarnos mejor a la realidad monumental de este magnífico espacio.

Interior. La zona inferior es original, la superior no

Las paredes interiores quedan divididas en dos zonas por cornisas. La inferior dispone de ocho grandes huecos que, además del de la entrada, ocupan otros siete nichos (cuatro de ellos son rectangulares y tres son exedras semicilíndricas) que en tiempos estaban destinados a las estatuas de los dioses y hoy ocupan sendas capillas. Los huecos tienen a cada lado potentes columnas que descargan el peso de la cúpula a los cimientos. La mayor parte de la decoración de la zona inferior es la original. La zona superior de las paredes estaba decorada con pilastras y capitales de mármol (seis de ellos en el Museo Británico) que dividían entrepaños de colores, pero en 1747 se reemplazó todo el ornamento por otro de peor calidad y diseño. Hoy en día se puede observar una pequeña parte de la antigua decoración de esta zona gracias a una reconstrucción reciente en el lateral derecho del nicho principal.

Tramo de la zona superior reconstruido al estado original

Mirando hacia arriba uno se encuentra con la imponente cúpula semiesférica (recordemos que es mayor que la cúpula de San Pedro del Vaticano) en la que se abre un óculo, que siempre ha estado libre y sin cristales, de casi 9 metros de diámetro, por el que penetra el sol. La cúpula semeja la esfera celeste y el óculo la abre al firmamento. Los espacios reservados a los dioses debían abrirse al cielo y las ceremonias en su honor realizarse bajo él.

Vista inferior de la cúpula. Se aprecia la corrección de los casetones

La cúpula, aunque pueda paracer increíble, está construida en argamasa romana, el precedente de nuestro actual hormigón en masa, y no en mampostería, sillería o ladrillo, como afirman algunos tratados de arte ya muy anticuados. Es monolítica y, por tanto, la mayor superficie cubierta con hormigón hasta el siglo XX. Se ordena en cinco filas de casetones, entre los que se forman los paralelos de la semiesfera, de veintiocho casetones cada una, entre los que se forman los meridianos de la misma. Los casetones están corregidos geométricamente, dependiendo de la altura, para dar una visión armónica al observador que mira la cúpula desde su centro hacia arriba. Además, sirven para aligerar notablemente su peso.

Los rayos del sol entran por el óculo e inundan el interior

El enorme peso, los tremendos empujes laterales y la dificultad para la ejecución de la cúpula son problemas que llevarían a un descomunal quebradero de cabeza a cualquier especialista en estructuras de hoy en día y que fueron magistralmente resueltos. En la cúpula, con su ordenación en meridianos y paralelos, cada anillo es autoportante (se soporta a sí mismo) sin necesidad de completarse con una pieza pesada que lo cierre en su centro en el punto más alto, que se suele denominar clave. Sólo así se puede explicar la ejecución de esta inmensa cúpula (por anillos) que, de otra manera, hubiese requerido tales armazones de madera hasta completarla e incluir su clave central que la hubiesen convertido en una tarea imposible en aquel tiempo.

La hoja de la cúpula, también para descargar peso, tiene en su parte más alta un grosor de tan solo 1,5 metros frente a los casi 6 metros en el punto de enganche con los muros. El tambor cilíndrico de los muros es también de hormigón, de 6,1 metros de espesor, recubierto exteriormente por ladrillo e interiormente por las decoraciones que hemos descrito. Cuenta con arcos de descarga incluidos en su masa interior para distribuir los pesos de la cúpula de manera uniforme hacia los cimientos, formados por un anillo de hormigón con 7,3 metros de grosor y con una profundidad incrustada en el firme de 4,5 metros.

Alcanzando cotas alucinantes de maestría constructiva, el arquitecto eligió conzienzudamente los caementa (el equivalente a la grava y arena con las que se mezcla el cemento actual para fabricar nuestro hormigón) con los que mezclar la cal y el polvo de puzolana (componentes del "cemento" antiguo) para fabricar la argamasa. Eligió argamasa con piedras de travertino para los cimientos. Capas alternas de argamasa con travertino y otras de argamasa con toba (piedra volcánica) en el tambor de los muros. Argamasa con piezas de losetas de ladrillo y toba en los primeros anillos de la cúpula, y una argamasa muy ligera con piedra pómez en los últimos anillos. Así, el peso por unidad de volumen en la parte más alta de la cúpula no llega a alcanzar los dos tercios del peso de los basamentos.

Merece la pena rodear la inmensa masa de los muros del cilindro, que cuando se construyeron no estaban a la vista de quien entraba en el templo, sino ocultos por otras edificaciones. En ellos se pueden ver con claridad los arcos de ladrillo que descargan el peso de la cúpula a los cimientos y dejan libres bajo ellos los espacios ocupados por los nichos (hoy capillas) interiores.

Vista del tambor cilíndrico de los muros. Se ven los arcos de descarga en él

Grabado del siglo XVI. Aparecen con claridad los arcos de descarga

La forma circular de El Panteón es sin duda la que ha hecho que sobreviva hasta nuestros días. Cuando en el siglo IV el imperio decreta la abolición de los cultos paganos e impone el cristianismo como religión oficial, la inmensa mayoría de los templos rectangulares, que no se adaptaban por su forma a los ritos y ceremonias cristianas, son empleados como canteras de piedra (sobre todo mármol) para otras edificaciones. Esa misma suerte corrieron otros templos cercanos a El Panteón, pero este sólo fue abandonado.

En el año 608 el siniestro emperador bizantino Focas lo ofreció al Papa Bonifacio IV para que lo convirtiera en templo cristiano. Así, fue consagrado desde entonces hasta hoy a Santa María de los Mártires y, según la tradición, se trasladaron a él infinidad de huesos provenientes de la catacumbas para darles una más digna sepultura. De aquí, y no de otro sitio parece venir la transformación del significado de la palabra "panteón", desde su etimología original ya explicada, al de lugar de enterramiento de varias personas. Siguiendo con esta tradición, muchas personalidades ilustres yacen en él. Además de las tumbas de los dos primeros reyes de la Italia unificada; Vittorio Emanuele II y Humberto I; cabe mencionar la tumba de Rafael Sanzio (el gran pintor renacentista). Sus restos reposan en la antigua urna romana que hoy se contempla desde el siglo XIX, en que se comprobó su identidad. El epitafio  que se grabó entonces, en latín, es muy hermoso y se puede traducir por "Aquí yace Rafael, por quien la Naturaleza, la Gran Madre de todas las cosas, temió ser vencida mientras estaba en vida. Hoy que ha muerto, ella misma teme morir"...

Tumba de Rafael en El Panteón

Ningún hombre poderoso de la antigüedad romana amó tanto la arquitectura como Agripa y Adriano, que soñaron esta belleza hasta hacerla realidad para deleite del mundo...

P.S. Las fotografías actuales son propias. La fotografía antigua, los planos y el grabado están libres de copyright.

Museo de los excesos... (1)

Comenta Javier que el buen arquitecto es el que está dispuesto a aceptar y analizar las críticas que otros arquitectos, u otras personas, hagan de sus proyectos (siempre que se realicen con educación) para seguir aprendiendo de ellas, revisar su lenguaje y conceptos arquitectónicos y, así, mejorar día a día como miembro de esta bellísima profesión, asumiendo los errores cometidos y corrigiéndolos.

Javier siempre dice que uno de los mayores favores que pudieron hacerle los fantásticos profesores con los que tuvo la suerte de estudiar en la Universidad de Navarra fue no sólo decirle cómo se debían hacer las cosas en arquitectura, sino decirle cómo NO se debían hacer.

El arquitecto, en el momento de ponerse a proyectar, puede cegarse con la proximidad del papel o de la pantalla del ordenador y perder la visión de conjunto. Puede querer mostrar en un único proyecto todo lo que es capaz de hacer y todo el catálogo de recursos arquitectónicos y constructivos que es capaz de emplear.

En otras ocasiones, el arquitecto, como persona que está formada técnica y estéticamente, es responsable y debe ser capaz de frenar el ímpetu y los impulsos de aquellos clientes que desean convertir el proyecto que encargan en un muestrario de todos aquellos pequeños (o grandes) detalles que han visto en otros edificios y les han gustado. Javier recuerda especialmente el caso de un cliente que en 1995 le encargó una vivienda unifamiliar con la imposición de colocar columnas dóricas a derecha e izquierda de todas las ventanas y puertas, de manera que pareciese que sustentaban el dintel de cada hueco... Él estaba horrorizado pensando en columnas dóricas de metro y medio de altura a los lados de las ventanas, y de dos metros y medio a los lados de las puertas, y preguntó al cliente de dónde venía ese empeño. El cliente, completamente convencido de que su demanda era más que lógica, le explicó que meses antes había hecho un viaje a Atenas y le había gustado mucho "lo bien que parecían quedar" las columnas dóricas en el Partenón. Javier tuvo que invertir dos reuniones más con el cliente (en las que se revisaba lo que estaba proyectando, evidentemente sin columnas dóricas) para convencerle de que aquello que con catorce metros de altura hacía del Partenon uno de los edificios más bellos e impresionantes de la historia de la arquitectura, con metro y medio o dos metros y medio de altura a los lados de ventanas y puertas convertiría su vivienda en uno de los mayores horrores jamás vistos.

Entendiendo que este blog de arquitectura tiene una evidente vocación didáctica y pedagógica, esta entrada inaugura una nueva etiqueta que se llamará "Museo de los excesos", en la que se mostrarán edificaciones en las que no se han respetado los postulados expuestos anteriormente.

La primera mostrada es una vivienda unifamiliar, en un pueblo muy cercano a Sevilla capital, que impactó tanto a Javier que tuvo que parar el coche en el arcén y hacerle las siguientes fotografías. El creador de la misma la ha convertido en un, más que inquietante, inventario de todo lo que sabe hacer con azulejos, mármoles, arcos, pseudo-cúpulas, cornisas y coronaciones. Ha hecho (desde mi humilde punto de vista) un auténtico alarde de mal gusto.

Las pseudo-cúpulas con azulejos vidriados son increíbles. Sus coronaciones con un mármol de diferente color en cada una de las caras, con las hiladas de ladrillos y azulejos y con las pirámides finales, son alucinantes. Las cornisas, con hiladas alternas de ladrillos en las más variadas posiciones y con las tres roscas de teja curva doble que simulan una falsa cubierta, son inauditas. Los arcos forrados inferiormente por listelos de mármol blanco, y con el detalle de un doble arco sin apoyo intermedio, son indescriptibles. Las balaustradas, con sus pirámides unidas por un vértice y, de nuevo, con mármoles de diversos colores en cada una de las caras, son inconcebibles. La coronación de la chimenea, con sus azulejos de un millón de colores y dibujos es... Inenarrable.


















































Los sueños de un ladrillo son la razón de ser y existir de este blog, pero a veces se convierten en pesadillas que más valdría saber dominar y controlar por el bien de la arquitectura y de la estética.

¡Algo como esto NO se debe hacer NUNCA!

P.S. A pesar de que los blogueros de arquitectura somos poco dados a los comentarios, en este blog se agradecen mucho porque animan a su redactor a seguir adelante.

El Centenillo, su paisaje y ruinas mineras...

La última visita de Javier a este poblado del que vamos a hablar, le inspiró la redacción de esta entrada sobre arquitecturas anónimas, y hoy en día prácticamente arruinadas, pero de enorme impacto.

El Centenillo es un antiguo poblado minero, pedanía del municipio de Baños de la Encina, al que sin embargo, se accede por carretera desde La Carolina, a 17 km de él. Todas estas localidades se encuentran en plena Sierra Morena, en la provincia de Jaén, muy próximas al paso de Despeñaperros, que conecta Andalucía con la meseta de Castilla y con Madrid.

La historia minera de Sierra Morena, y en particular de El Centenillo, se inicia en época prehistórica y vive un auge desmedido en época romana desde el siglo II a.C. hasta la caída del Imperio. Sí que merece la pena comentar que el descubrimiento, en los parajes de El Centenillo, de las pruebas arqueológicas de la existencia del mayor complejo minero de época romana documentado en la provincia de Jaén, no tuvo lugar hasta los finales del siglo XIX, al realizarse prospecciones para nuevos pozos en el llamado "Cerrillo del plomo", donde se han encontraron minas romanas cuyas galerías alcanzaron una profundidad superior a 250 metros.

Las antiguas minas del "Cerrillo del plomo" abastecían de plomo y plata a parte del Imperio Romano, que demandaba estos metales en grandísimas cantidades. La plata para su orfebrería y el plomo para la realización de vajillas, vasos, recubrimientos interiores de ánforas y demás objetos para líquidos (por su estanqueidad), jarras y depósitos para la elaboración y almacenamiento de los mejores caldos de las vides mediterráneas, destinados al consumo por parte de las clases dirigentes.

Hoy sabemos que el plomo es un metal muy tóxico para el ser humano, pero en época romana se desconocía por la generalidad de la población este extremo (si bien Vitruvio, en uno de sus tratados de arquitectura lo recomienda sólo para cañerías de aguas negras y lo desaconseja para las de agua potable).

Como cosa curiosa, ajena al  tema principal de la entrada, se puede comentar algo al respecto del uso del plomo. El vino romano no era exactamente igual que el nuestro, sino más denso, ya que se obtenía hirviendo el vino más líquido en toneles de plomo. Este proceso provocaba que con el vino se mezclase el plomo en contacto con él. Los vinos más apreciados se conseguían con un mayor tiempo de hervido y así, el "jarabe de plomo", que era como lo denominaban, resultaba ser el más dulce, el más caro... Y el más tóxico. Esta es una de las causas que apuntan algunos historiadores para explicar la inusitada frecuencia de enfermedades mentales; que cursaban con alucinaciones, excentricidades y gran violencia; entre las clases dirigentes del Imperio, que eran las únicas que podían permitirse los vinos más caros... Son los síntomas del "saturnismo"; enfermedad neurológica irreversible por envenenamiento por plomo.

La época moderna de extracción en El Centenillo se inicia en 1876, cuando los señores Haselden acometen las nuevas labores de explotación. En 1886 se funda la entidad Centenillo Silver Lead Co. Ltd. y en 1897 se fundó la entidad New Centenillo Silver Lead Mine Co. Ltd. Ambas compañías de capital británico, que a finales de 1920 se convertirían en españolas, ya con la denominación Minas del Centenillo, S.A.

















El caserío del poblado de El Centenillo podría pasar por cualquier aldea rural, pero sus características morfológicas resultan muy especiales. Edificado en su totalidad con los materiales pétreos propios de la zona, las diversas tipologías de viviendas se ordenaban jerárquicamente. En la parte más baja y alejada del centro del poblado estaban los barracones residenciales destinados a los obreros solteros. Las casas de los obreros casados ocupaban alineaciones paralelas a las curvas de nivel del terreno, destacando dentro de ellas por su mayor tamaño, las destinadas a capataces. En los puntos más elevados, las mayores casas eran para los ingenieros y los directivos de las minas. Los equipamientos comunitarios tenían gran transcendencia en un poblado que en su época de mayor auge contaba con casino, economato, hospital, farmacia, capilla católica y capilla protestante (la mayoría de los administradores, directivos e ingenieros eran ingleses), escuela, cine al aire libre, casa cuartel de la Guardia Civil, pistas de tenis y uno de los primeros campos de fútbol de España.

















Una clara intervención inmedita de los propietarios ingleses en el paisaje del entorno fue la construcción del campo de fútbol, con la explanación de una superficie que hoy conserva ese uso, y la ejecución de unas gradas. Si bien no existe documentación que atestigüe exactamente su fecha, se sabe que fue uno de los primeros campos de fútbol de toda España (se cree incluso que pudo ser el primero), junto con los de otras explotaciones mineras inglesas en Huelva y Vizcaya.

















Aparte del caserio del poblado, hoy destinado mayoritariamente a residencias de recreo de personas que, o bien estuvieron relacionadas con su época minera o lo conocieron despúes de finalizada esta y apreciaron su tranquilidad, El Centenillo tiene un inmenso interés desde el punto de vista arquitectónico y paisajístico. Sus ruinas mineras de potentes volúmenes y sus perfiles topográficos no obedecen a un entorno natural, sino a uno altamente marcado por una de las actividades humanas que más puede alterar las características propias del medio ambiente... Baste como ejemplo la imagen superior del pozo Santo Tomás, inmediato al caserío del poblado, con sus ruinas y sus inmensas acumulaciones de restos de los lavaderos de mineral delante de ellas... Y sin embargo, estos paisajes y estas ruinas generan un espectáculo que sobrecoge en su contemplación y que un interesantísimo proyecto de un equipo del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y de la Universidad de Jaén, encabezado por Luis María Gutiérrez Soler, pretendía musealizar en todo su conjunto en el año 2000.

La actividad minera en El Centenillo pasó a una nueva fase en 1953, cuando la entidad Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya adquirió la mayoría de las acciones. Desde 1958 las explotaciones acumularon pérdidas y el propietario de las concesiones solicitó su cierre el día 4 de febrero de 1963. La explotación se clausuró definitivamente el 7 de agosto de 1964. Se habían explotado 61 pozos y obtenido una cantidad de metales entorno a las 822.219 Tm.

Las entidades concesionarias desmontaron la totalidad de la maquinaria de extracción y dejaron atrás, como testigos mudos, las edificaciones que han ido arruinándose con los años, los inmensos lavaderos de mineral y las balsas que los surtían de agua. Se recoge a continuación un recorrido fotográfico por dos de estos entornos tan alterados por la actividad humana, pero al mismo tiempo, tan impresionantes desde el punto de vista arquitectónico y paisajístico.

















En la imagen superior, un detalle de las ruinas de los edificios del pozo Santo Tomás. Impresionan sus volúmenes hoy carentes de cubiertas y las fábricas de piedra de sus muros descarnados.

Las chimeneas son otro de los hitos arquitectónicos que perviven en diversos puntos del paisaje. Estaban destinadas a la ventilación de las galerías y a la izquierda de la de ladrillo se puede apreciar con claridad la prolongación del conducto de ventilación, sobre el suelo, que la conectaba con la boca de la mina.

En esta imagen, un edificio adosado a la roca natural del terreno, junto al pozo El Mirador, probablemente un almacén o similar, que da una idea de cómo la naturaleza va lenta, pero inexorablemente, reclamando su estado original.

Espectacular volumen del edificio de acceso del pozo El Mirador. Delante de la entrada se puede ver la base en la que estuvo montada en otro tiempo la cabria que permitía el movimiento de los ascensores para personas y cargas.

Muro de un inmueble del conjunto del pozo El Mirador que a duras penas se mantiene hoy en pie mostrando todas sus intimidades constructivas, la fábrica de lajas de piedra y el arco de descarga con ladrillo macizo.

El mismo muro que en la imagen anterior, con el edificio principal al fondo. En primer término, caídas, las lajas de pizarra que se han descompuesto en pequeñas láminas por la acción atmosférica a lo largo del tiempo.

Patio de una de las edificaciones del pozo El Mirador que incluye otra edificación menor en su interior. La naturaleza ha tomado el mando y la obra del hombre apenas resiste sus embates. La construcción mixta en piedra y ladrillo se aprecia perfectamente.

Otro de los potentes edificios del pozo El Mirador, uno de los mejor conservados. En la esquina superior derecha de la fotografía se puede apreciar otra chimenea de ventilación, en este caso más pequeña que las de la imagen anterior.

Vista del entorno del pozo El Mirador, con el derrumbado lavadero mostrando su costillar interior. El pozo Santo Tomás aparece al fondo de la imagen.

Vista del costillar interior del lavadero del pozo El Mirador, que sufrió su derrumbe casi completo hace muy pocos años, observándose la antigua estructura horizontal del mismo en el suelo, a la derecha de la imagen.

Las dos costillas laterales del lavadero elevándose hacia el cielo. Se aprecian aún los atirantados metálicos que ayudaban a soportar las tensiones laterales sobre los muros que provocaba el paso del mineral a lavar por su interior.

Vista frontal del mismo lavadero de mineral del pozo El Mirador mostrado en la imágenes anteriores. Por estas trampillas salía el mineral lavado, provocando un gran rozamiento bajo ellas cuyas huellas son aún palpables.

Otro elemento del pozo El Mirador, junto con los canales para el agua del lavadero por flotación. Los anclajes superiores de cables dan testimonio de otro tiempo de máquinas, actividad constante y ruido ensordecedor...

Un tiempo ya pasado en El Centenillo que ha dejado a estos lugares, estas piedras y estos ladrillos, en un sueño de paz que parece antojarse eterno...

P.S. Dedico esta entrada a mi suegro, Agustín Gómez Zurita, que me enseñó El Centenillo y sus parajes, y que los ama profundamente.

Grossmarkthalle, Martin Elsaesser y la sede del BCE... (2)

Tras la finalización del Grossmarkthalle, Martin Elsaesser, viviría unos años de intensa actividad profesional. Desde su puesto en el Departamento de Edificación de Frankfurt tendrá la oportunidad de reformar y proyectar un buen número de edificios escolares y equipamientos públicos, además de planificar con Ernst May el llamado "New Frankfurt".

En cuanto a su actividad privada, la etapa que comprende entre 1930 y 1932, será muy productiva por la realización del proyecto y edificación de la llamada "Haus K. in O." en Hamburgo, para el magnate tabaquero Philipp Reemtsma. El críptico nombre de la casa ("K" por el nombre original del lugar de ubicación de la residencia "Kreetkamp", y "O" por el nombre del barrio de Hamburgo al que pertenece la zona "Othmarschen") obedecía al expreso deseo del propietario de mantener en la mayor discrección esta inmensa vivienda de casi 2.000 metros cuadrados de superficie habitable. Este edificio, que hace muy pocos años que ha sido redescubierto para su estudio y valoración, por su interés arquitectónico como importante obra del "Movimiento moderno", surgió de un concurso restringido en el que Elsaesser consiguió imponerse a un buen número de los mejores arquitectos de la época, entre los que se puede mencionar a Henry van de Velde. Esta circunstancia, unida a que aún hoy se considera la vivienda privada más cara jamás edificada en Alemania, dan una idea de la importancia real de Martin Elsaesser como arquitecto durante los últimos años de la República de Weimar. Todo lo anterior, mientras mantenía su actividad docente como profesor de Historia de la Arquitectura, también en Frankfurt.

Haus K. in O. (Foto Max Göllner)

Haus K. in O. (manager-magazin.de)

Haus K. in O. Planta general

Haus K. in O. (manager-magazin.de)

Haus K. in O. (manager-magazin.de)

Haus K. in O. (manager-magazin.de)

Haus K. in O. (manager-magazin.de)

En 1930 Ernst May y buena parte de los técnicos del Departamento de Planificación de Frankfurt, emigran a la Unión Soviética, para participar en la planificación del "Nuevo Moscú". Martin Elsaesser, mientras tanto, decide quedarse en Frankfurt.

En 1932 la constante presión del partido nazi, que había conseguido desmantelar ya la Bauhaus que en ese momento dirigía Mies van der Rohe, liquidaba la inmensa mayoría de las instituciones urbanísticas municipales de Alemania. Elsaesser, considerado un "moderno" y exponente de la arquitectura de la República de Weimar, es condenado al ostracismo personal y profesional, instalándose en Múnich. Sus intentos por conseguir una cátedra en una universidad italiana fracasan también por la presión nazi. Sometido a una despiadada y furibunda campaña de desprestigio, difamación y ataques personales por parte de la prensa nazi, no recibiría ningún encargo más en Alemania después de 1933. Sin embargo, desde Múnich, conseguirá proyectar y dirigir la construcción de uno de los más punteros edificios de los años 30 realizado en Turquía, la sede del Banco de Sümer en Ankara. Este edificio será el único encargo que recibirá mientras dure el III Reich.

Sümerbank en Ankara

El 1937 fija su residencia en la cercanías de Belín, iniciando lo que él llamó su "emigración interior". Realiza viajes de estudio por Alemania, diseña edificios utópicos para el futuro y se dedica a sus grandes pasiones, la música y la poesía. Llega a componer más de trescientos poemas breves, junto con dos grandes poemas épicos y diversos libretos para dramas orquestales.

Finalizada la II Guerra Mundial, en 1946, retorna a Stuttgart con la esperanza de renovar sus lazos con el mundo académico y arquitectónico, y con el ánimo de contribuir a las labores de planificación y ejecución de la reconstrucción del país. A pesar de ser autor de textos que, a la postre, se considerarán claves en el debate del espíritu que debía regir la reconstrucción; desde una perspectiva que al final se impuso, en la que intentaba cuadrar el análisis de la problemática del urbanismo moderno con el conservacionismo de la imagen tradicional de las ciudades bombardeadas; no sólo no recibió ningún encargo al respecto, sino que fue apartado de la reconstrucción de algunos de sus propios edificios.

Martin Elsaesser, ya con 64 años de edad, no volvería a recibir ningún encargo individual ni en Stuttgart ni en ningún otro lugar, y sólo tomaría parte como colaborador en dos proyectos residenciales en Múnich.

Sólo gracias a la recomendación de su compañero Adolf Abel, es nombrado profesor interino (debido a su edad no es admitido como profesor titular) de Diseño en Múnich, puesto que mantendrá hasta su retiro en 1956. Todo ello, a pesar de que en 1954 (con ocasión de su septuagésimo aniversario) había sido condecorado con la Cruz al Mérito por el presidente de la República Federal Alemana, Theodor Heuss.

A lo largo de toda su carrera, Martin Elsaesser había desarrollado un lenguaje arquitectónico propio en el que coexistían el expresionismo, el funcionalismo y la ingeniería estructural, con las formas tradicionales de construcción y el regionalismo. Este "sofisticado" compendio no ha recibido la atención debida en el mundo de la arquitectura.

Tras superar un primer infarto en 1955, un segundo ataque en 1957 y las posteriores complicaciones con una neumonía provocarían, el 8 de agosto de 1957, la muerte de un gran arquitecto injustamente olvidado por la Historia de la Arquitectura. Martin Elsaesser yace en Cementerio Waldfriedhof, en Stuttgart.

Sirva esta entrada como humilde homenaje a una figura de la arquitectura que, entre otras cosas, dejó soñar a uno de sus materiales de construcción preferidos... El ladrillo.