El Centenillo, su paisaje y ruinas mineras...

La última visita de Javier a este poblado del que vamos a hablar, le inspiró la redacción de esta entrada sobre arquitecturas anónimas, y hoy en día prácticamente arruinadas, pero de enorme impacto.

El Centenillo es un antiguo poblado minero, pedanía del municipio de Baños de la Encina, al que sin embargo, se accede por carretera desde La Carolina, a 17 km de él. Todas estas localidades se encuentran en plena Sierra Morena, en la provincia de Jaén, muy próximas al paso de Despeñaperros, que conecta Andalucía con la meseta de Castilla y con Madrid.

La historia minera de Sierra Morena, y en particular de El Centenillo, se inicia en época prehistórica y vive un auge desmedido en época romana desde el siglo II a.C. hasta la caída del Imperio. Sí que merece la pena comentar que el descubrimiento, en los parajes de El Centenillo, de las pruebas arqueológicas de la existencia del mayor complejo minero de época romana documentado en la provincia de Jaén, no tuvo lugar hasta los finales del siglo XIX, al realizarse prospecciones para nuevos pozos en el llamado "Cerrillo del plomo", donde se han encontraron minas romanas cuyas galerías alcanzaron una profundidad superior a 250 metros.

Las antiguas minas del "Cerrillo del plomo" abastecían de plomo y plata a parte del Imperio Romano, que demandaba estos metales en grandísimas cantidades. La plata para su orfebrería y el plomo para la realización de vajillas, vasos, recubrimientos interiores de ánforas y demás objetos para líquidos (por su estanqueidad), jarras y depósitos para la elaboración y almacenamiento de los mejores caldos de las vides mediterráneas, destinados al consumo por parte de las clases dirigentes.

Hoy sabemos que el plomo es un metal muy tóxico para el ser humano, pero en época romana se desconocía por la generalidad de la población este extremo (si bien Vitruvio, en uno de sus tratados de arquitectura lo recomienda sólo para cañerías de aguas negras y lo desaconseja para las de agua potable).

Como cosa curiosa, ajena al  tema principal de la entrada, se puede comentar algo al respecto del uso del plomo. El vino romano no era exactamente igual que el nuestro, sino más denso, ya que se obtenía hirviendo el vino más líquido en toneles de plomo. Este proceso provocaba que con el vino se mezclase el plomo en contacto con él. Los vinos más apreciados se conseguían con un mayor tiempo de hervido y así, el "jarabe de plomo", que era como lo denominaban, resultaba ser el más dulce, el más caro... Y el más tóxico. Esta es una de las causas que apuntan algunos historiadores para explicar la inusitada frecuencia de enfermedades mentales; que cursaban con alucinaciones, excentricidades y gran violencia; entre las clases dirigentes del Imperio, que eran las únicas que podían permitirse los vinos más caros... Son los síntomas del "saturnismo"; enfermedad neurológica irreversible por envenenamiento por plomo.

La época moderna de extracción en El Centenillo se inicia en 1876, cuando los señores Haselden acometen las nuevas labores de explotación. En 1886 se funda la entidad Centenillo Silver Lead Co. Ltd. y en 1897 se fundó la entidad New Centenillo Silver Lead Mine Co. Ltd. Ambas compañías de capital británico, que a finales de 1920 se convertirían en españolas, ya con la denominación Minas del Centenillo, S.A.

















El caserío del poblado de El Centenillo podría pasar por cualquier aldea rural, pero sus características morfológicas resultan muy especiales. Edificado en su totalidad con los materiales pétreos propios de la zona, las diversas tipologías de viviendas se ordenaban jerárquicamente. En la parte más baja y alejada del centro del poblado estaban los barracones residenciales destinados a los obreros solteros. Las casas de los obreros casados ocupaban alineaciones paralelas a las curvas de nivel del terreno, destacando dentro de ellas por su mayor tamaño, las destinadas a capataces. En los puntos más elevados, las mayores casas eran para los ingenieros y los directivos de las minas. Los equipamientos comunitarios tenían gran transcendencia en un poblado que en su época de mayor auge contaba con casino, economato, hospital, farmacia, capilla católica y capilla protestante (la mayoría de los administradores, directivos e ingenieros eran ingleses), escuela, cine al aire libre, casa cuartel de la Guardia Civil, pistas de tenis y uno de los primeros campos de fútbol de España.

















Una clara intervención inmedita de los propietarios ingleses en el paisaje del entorno fue la construcción del campo de fútbol, con la explanación de una superficie que hoy conserva ese uso, y la ejecución de unas gradas. Si bien no existe documentación que atestigüe exactamente su fecha, se sabe que fue uno de los primeros campos de fútbol de toda España (se cree incluso que pudo ser el primero), junto con los de otras explotaciones mineras inglesas en Huelva y Vizcaya.

















Aparte del caserio del poblado, hoy destinado mayoritariamente a residencias de recreo de personas que, o bien estuvieron relacionadas con su época minera o lo conocieron despúes de finalizada esta y apreciaron su tranquilidad, El Centenillo tiene un inmenso interés desde el punto de vista arquitectónico y paisajístico. Sus ruinas mineras de potentes volúmenes y sus perfiles topográficos no obedecen a un entorno natural, sino a uno altamente marcado por una de las actividades humanas que más puede alterar las características propias del medio ambiente... Baste como ejemplo la imagen superior del pozo Santo Tomás, inmediato al caserío del poblado, con sus ruinas y sus inmensas acumulaciones de restos de los lavaderos de mineral delante de ellas... Y sin embargo, estos paisajes y estas ruinas generan un espectáculo que sobrecoge en su contemplación y que un interesantísimo proyecto de un equipo del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y de la Universidad de Jaén, encabezado por Luis María Gutiérrez Soler, pretendía musealizar en todo su conjunto en el año 2000.

La actividad minera en El Centenillo pasó a una nueva fase en 1953, cuando la entidad Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya adquirió la mayoría de las acciones. Desde 1958 las explotaciones acumularon pérdidas y el propietario de las concesiones solicitó su cierre el día 4 de febrero de 1963. La explotación se clausuró definitivamente el 7 de agosto de 1964. Se habían explotado 61 pozos y obtenido una cantidad de metales entorno a las 822.219 Tm.

Las entidades concesionarias desmontaron la totalidad de la maquinaria de extracción y dejaron atrás, como testigos mudos, las edificaciones que han ido arruinándose con los años, los inmensos lavaderos de mineral y las balsas que los surtían de agua. Se recoge a continuación un recorrido fotográfico por dos de estos entornos tan alterados por la actividad humana, pero al mismo tiempo, tan impresionantes desde el punto de vista arquitectónico y paisajístico.

















En la imagen superior, un detalle de las ruinas de los edificios del pozo Santo Tomás. Impresionan sus volúmenes hoy carentes de cubiertas y las fábricas de piedra de sus muros descarnados.

Las chimeneas son otro de los hitos arquitectónicos que perviven en diversos puntos del paisaje. Estaban destinadas a la ventilación de las galerías y a la izquierda de la de ladrillo se puede apreciar con claridad la prolongación del conducto de ventilación, sobre el suelo, que la conectaba con la boca de la mina.

En esta imagen, un edificio adosado a la roca natural del terreno, junto al pozo El Mirador, probablemente un almacén o similar, que da una idea de cómo la naturaleza va lenta, pero inexorablemente, reclamando su estado original.

Espectacular volumen del edificio de acceso del pozo El Mirador. Delante de la entrada se puede ver la base en la que estuvo montada en otro tiempo la cabria que permitía el movimiento de los ascensores para personas y cargas.

Muro de un inmueble del conjunto del pozo El Mirador que a duras penas se mantiene hoy en pie mostrando todas sus intimidades constructivas, la fábrica de lajas de piedra y el arco de descarga con ladrillo macizo.

El mismo muro que en la imagen anterior, con el edificio principal al fondo. En primer término, caídas, las lajas de pizarra que se han descompuesto en pequeñas láminas por la acción atmosférica a lo largo del tiempo.

Patio de una de las edificaciones del pozo El Mirador que incluye otra edificación menor en su interior. La naturaleza ha tomado el mando y la obra del hombre apenas resiste sus embates. La construcción mixta en piedra y ladrillo se aprecia perfectamente.

Otro de los potentes edificios del pozo El Mirador, uno de los mejor conservados. En la esquina superior derecha de la fotografía se puede apreciar otra chimenea de ventilación, en este caso más pequeña que las de la imagen anterior.

Vista del entorno del pozo El Mirador, con el derrumbado lavadero mostrando su costillar interior. El pozo Santo Tomás aparece al fondo de la imagen.

Vista del costillar interior del lavadero del pozo El Mirador, que sufrió su derrumbe casi completo hace muy pocos años, observándose la antigua estructura horizontal del mismo en el suelo, a la derecha de la imagen.

Las dos costillas laterales del lavadero elevándose hacia el cielo. Se aprecian aún los atirantados metálicos que ayudaban a soportar las tensiones laterales sobre los muros que provocaba el paso del mineral a lavar por su interior.

Vista frontal del mismo lavadero de mineral del pozo El Mirador mostrado en la imágenes anteriores. Por estas trampillas salía el mineral lavado, provocando un gran rozamiento bajo ellas cuyas huellas son aún palpables.

Otro elemento del pozo El Mirador, junto con los canales para el agua del lavadero por flotación. Los anclajes superiores de cables dan testimonio de otro tiempo de máquinas, actividad constante y ruido ensordecedor...

Un tiempo ya pasado en El Centenillo que ha dejado a estos lugares, estas piedras y estos ladrillos, en un sueño de paz que parece antojarse eterno...

P.S. Dedico esta entrada a mi suegro, Agustín Gómez Zurita, que me enseñó El Centenillo y sus parajes, y que los ama profundamente.

12 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Ciertamente, es una entrada muy currada. Y preciosa.
El reportaje fotográfico es muy bello.
Gracias por la información y la hermosura.

Paloma Corrales dijo...

Me alegro de haber hecho caso de la recomendación del Opi, un gran reportaje fotógrafico que ilustra una impecable entrada para aprender un rincón cargado de belleza e historia.

Saludos.

Ladrillo dijo...

Isabel.
Gracias a ti por tu amable comentario y por pasarte por aquí.
Un abrazo.

Ladrillo dijo...

Paloma.
Gracias por haber seguido la recomendación. Me alegra que te haya gustado. Es un lugar cargado de encanto.
Un abrazo.

César dijo...

Debo decirle al ladrillo, que el blog ha ganado muchos enteros de golpe. Quien le diría alguna vez a Lecorbusier, Wright, Menis o al resto de tus admirados, que tendrían el honor de codearse con "El Centenillo"...

Me gusta especialmente el post porque nos demuestras cuantas cosas cuentan un montón de ruinas si las miras con atención.

A ver si el Señor al que le brindan el toro nos dice "algo".

Bss de Jimena, María y César.

PD. Buenas fotos. Parece que cuando las hicistes ya estabas pensando en el post.

Ladrillo dijo...

César.
Es verdad que estaba pensando en el post cuando estuvimos en El Centenillo.
El señor al que se brinda el toro estaba muy contento.
Un beso a mi niña. Y a los padres también.

Anónimo dijo...

Un artículo muy interesante Javier, me ha gustado de verdad. Muchas veces veo en tí el hombre de ciencias del renacimiento, cultivado en la ingeniería y con dotes oratorios. Además de la historiografía y el reportaje que aportas, presentas el post con sencillez y conocimiento. Un abrazo

Ladrillo dijo...

Jesús.
Muchas gracias por tu comentario. Con el halago renacentista, que te agradezco también, te has pasado veinte pueblos. Je, je, je.
Un abrazo, amigo.

Anónimo dijo...

Mi familia es de El Centenillo y siempre hemos sentido orgullo de formar parte de su singular historia, tan bien contada en este post. Mi enhorabuena.

PD. Sólo te ha faltado indicar que también tuvimos la primera pista de tenis de España -hoy día desaparecida pero que estaba a la entrada del pueblo, en el lugar en el que hoy se levanta el complejo rural Las Villas del Centenillo-.

elena pallares dijo...

Buenas Francisco, estoy muy interesada en conocer parte de esta historia, me gustaria saber que referencias bibliograficas ha consultado para escribir este post, y si me das permiso para utilizar una pequeña parte de la informacion que aportas en el post.
Un saludo

José María Rebés dijo...

Allí pasé muchos veranos de mi infancia, correteando en bicicleta arriba y abajo, pasando un calor de justicia al mediodía y trabajando por las mañanas en la recogida del agua desde la fuente cercana, dado que el agua no llegaba a todas las casas, y si lo hacía se daba paso solo un par de horas al día.
Allí jugué al fútbol, en aquél campo de tierra negra, al tenis, en unas pistas de las instalaciones de los antiguos ingenieros ingleses, allí aterricé en la luna (al menos yo estaba allí durante ese evento) y allí ví la Vía Láctea más luminosa que jamás vi.
Muchos recuerdos de muchos veranos, podría escribir mucho más que lo que la corrección permite.
Saludos y gracias por tan bellas fotografías.

Ladrillo dijo...

Estimado José María. Yo no viví aquel Centenillo pues cuando llegué a él mis suegros acababan de reformar la casa y ya no eran los que ellos llaman "los tiempos gloriosos de El Centenillo". ¡He pasado allí tan buenos momentos! Este verano hemos estado diez días disfrutando... Lo de la Vía Láctea ya no es como era. La profusión de farolas que hay por todos los lados desde hace año y medio lo ha fastidiado todo. Antes me llevaba mi telescopio y me pasaba las horas. Ya ni me lo llevo. Un saludo.