El Panteón...

El edificio del que vamos a hablar es uno de los más impresionantes de la Historia de la Arquitectura con mayúsculas. Es la coronación del sueño de dos grandes hombres que amaron con pasión la arquitectura y promovieron obras que la posteridad no ha podido nunca dejar de admirar...

En una plaza agradable y siempre bulliciosa, la Piazza della Rotonda, en la que desembocan varias calles laterales relativamente estrechas se alza impertérrito, sin asustarse del avance del tiempo que lo contempla, El Panteón, conocido popularmente como La Rotonda que da nombre a la plaza. Sin duda la obra romana mejor conservada que ha alcanzado nuestros días y que, con su imponente volumen y su serena belleza, ha cautivado a los millones de personas que la han contemplado con reverencia y veneración a lo largo de los siglos.

Vista de El Panteón al acceder a la Piazza della Rotonda

Pensar, cuando se contempla este gran edificio en silencio, que emperadores como Marco Aurelio o Caracalla; grandísimos artistas como Brunelleschi o Bramante, Miguel Ángel o Rafael, Bernini o Borromini, Caravaggio o Canova lo contemplaron también extasiados desde el mismo lugar, eriza el vello e hinche el corazón de emoción.

La inscripción que figura en el friso, bajo el frontón del pórtico de entrada al edificio reza "M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM.FECIT", esto es, "Marco Agripa, hijo de la luz (otros lo interpretan como hijo de Lucio), cónsul por tercera vez, lo hizo". Por lo que hasta finales del siglo XIX se atribuía únicamente la realización del mismo a Marco Agripa. Hoy sabemos que el conjunto del que disfrutamos actualmente se debe también al genio del emperador Adriano. Hagamos un poco de historia...

La fachada del pronaos con el frontón y la inscripción del friso

La Piazza della Rotonda señala el punto exacto desde el que, según la mitología romana, Rómulo (el mítico fundador de Roma) fue arrebatado al cielo por su padre Marte, el dios de la guerra. Razón por la cual toda la llanura, desde este lugar, considerado sagrado, hasta el río por un lado y hasta las colinas por el otro, se conocía como Campo de Marte. En el año 27 a.C. Marco Agripa escoge este privilegiado enclave para ubicar un templo dedicado a Marte, Venus, los doce dioses del firmamento y demás dioses protectores de la familia Julia (Gens Juli) a la que pertenecía su amigo y primer emperador Octavio Augusto. El templo recibe entonces el nombre de Panteón (del griego Πάν, todos y θειον, dioses), como templo dedicado a todos los dioses romanos. Marco Agripa era consejero y amigo personal del emperador, un gran general y estratega que consiguió la victoria definitiva de Octavio Augusto frente a Marco Antonio y Cleopatra (que pretendían el poder en Roma) en la batalla naval de Actium (en la costa griega), un conocido escritor y geógrafo, y un reputado arquitecto y urbanista. En esta última faceta, Agripa realizó grandes obras de mejora de canalizaciones en Roma, construyó termas, pórticos y jardines, teatros (como el de Mérida) y ordenó todo el espacio urbano del Campo de Marte, edificando en él varios templos, entre ellos el primer Panteón.

El Panteón de Agripa, según las investigaciones realizadas por Chedanne en 1892, era un templo decástilo (con diez columnas en fachada) de planta rectangular con tres cellas (cámaras interiores para las divinidades) que se ubicaba donde hoy se encuentra la plaza, a un nivel de 2,44 metros por debajo del actual. Abría su fachada de acceso hacia el Sur, al contrario que el que vemos hoy en día, y disponía de un ninfeo (monumento dedicado a las ninfas, normalmente una fuente) previo, que se hallaba justo donde hoy se levanta La Rotonda. Seriamente dañado por un incendio que afectó a la práctica totalidad del Campo de Marte, fue restaurado profundamente por Domiciano en el año 80 d.C. Sin embargo, menos de 30 años después, queda otra vez devastado por un incendio al alcanzarle un rayo.

Entre los años 118 y 128 d.C. (atestiguan las fechas las marcas de cantería en las fábricas) el emperador Adriano acomete obras en él por tercera vez, pero en lugar de limitarse a una restauración, opta por la reconstrucción integral desde los cimientos. Cambia su orientación abriéndolo hacia el Norte, reconvierte su pronaos (pórtico) a fachada octástila (ocho columnas) y construye la impresionante rotonda con su cúpula. Se ha atribuido el trazado al arquitecto Apolodoro de Damasco, pero no hay ninguna constancia documental de tal cosa. Por cierto, que este arquitecto fue hecho ejecutar por Adriano tras una discusión arquitectónica entre ambos.

Planta y sección de El Panteón

A pesar de la completa reconstrucción, Adriano, que nunca colocó su propio nombre en inscripción alguna de la multitud de monumentos que restauró, reconstruyó o edificó, hizo trasladar y recolocar la inscripción del antiguo Panteón de Agripa.

Describiendo desde exterior al interior el monumento, lo primero que se contempla es su majestuoso pronaos que proviene (aunque muy modificado) del antiguo edificio de Agripa. Está formado por dieciseis columnas monolíticas (de una sola pieza) sin estrías, de granito egipcio, con una altura de 14,14 metros, un diámetro de 1,51 metros en la base y 1,30 metros en su parte alta, y con un peso, cada una, que supera las 84 toneladas. Excepto las tres columnas que se pueden ver en el lateral izquierdo, colocadas en el siglo XVII por los Papas Urbano VIII y Alejandro VII, las demás son originales. Las tres más modernas se distinguen fácilmente por sus capiteles.

Las columnas sustentan un entablamento o friso de 3,35 metros de altura que soporta un frontón triangular que debió estar ocupado por estatuas de bronce, como atestiguan los agujeros que aún se pueden ver en él y que servían para la sujección de las mismas. Bajo la inscripción ya comentada, existe otra casi invisible que da cuenta de que el edificio fue restaurado por orden de Septimio Severo y de Caracalla a comienzos del siglo III d.C.

Interior del pronaos, con su estructura superior

El pronaos o pórtico se divide en tres naves. Las dos laterales terminan en sendos nichos en los que se supone que se hallaban estatuas colosales de bronce de Octavio Augusto y Agripa. La central emboca hacia la entrada a través de unos enormes portalones de bronce sobre los que siempre se ha debatido si son o no los originales. En todo caso son antiquísimos. Las vigas y los techos del pronaos estaban recubiertos de bronce, al igual que los casetones que más tarde veremos en la cúpula, pero el Papa Urbano VIII mandó retirarlos junto con otros relieves en el siglo XVII para fundirlos y realizar con este bronce el baldaquino de San Pedro del Vaticano y cañones para el Palazo Sant'Angelo. El pueblo, indignado, colgó en la famosa estatua de Il Pasquino (llamada "la estatua parlante" porque se colocaban en ella mensajes y mofas satíricas comentando los hechos de la actualidad ciudadana), un cartel que decía "Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini", comparando el respeto de los bárbaros al monumento, a pesar de los muchos saqueos de Roma, con la actuación del Papa que provenía de la influyente familia Barberini. Este Papa también hizo añadir dos campanarios barrocos sobre los laterales del pronaos, proyectados por Bernini, que los romanos bautizaron como "las orejas de burro de Bernini" y que fueron oportuna y afortunadamente desmontados a finales del siglo XIX.

El Panteón a finales del siglo XIX, aún con los campanarios

Traspasados los enormes portones, se ingresa en un espacio que deja absolutamente mudo a todo el que lo contempla por vez primera. La Rotonda es circular con una anchura en planta exactamente igual a su altura, por lo que se puede inscribir en ella una esfera perfecta de 43,20 metros de diámetro.

Cabe mencionar que, en muchas ocasiones, estos números no ayudan a hacerse una idea de sus enormes dimensiones. Por ello, señalar que su anchura supera en más de un metro a la de la cúpula de San Pedro del Vaticano o que su altura desde el suelo superaría a cualquier edificio de 13 plantas de nuestras ciudades, puede acercarnos mejor a la realidad monumental de este magnífico espacio.

Interior. La zona inferior es original, la superior no

Las paredes interiores quedan divididas en dos zonas por cornisas. La inferior dispone de ocho grandes huecos que, además del de la entrada, ocupan otros siete nichos (cuatro de ellos son rectangulares y tres son exedras semicilíndricas) que en tiempos estaban destinados a las estatuas de los dioses y hoy ocupan sendas capillas. Los huecos tienen a cada lado potentes columnas que descargan el peso de la cúpula a los cimientos. La mayor parte de la decoración de la zona inferior es la original. La zona superior de las paredes estaba decorada con pilastras y capitales de mármol (seis de ellos en el Museo Británico) que dividían entrepaños de colores, pero en 1747 se reemplazó todo el ornamento por otro de peor calidad y diseño. Hoy en día se puede observar una pequeña parte de la antigua decoración de esta zona gracias a una reconstrucción reciente en el lateral derecho del nicho principal.

Tramo de la zona superior reconstruido al estado original

Mirando hacia arriba uno se encuentra con la imponente cúpula semiesférica (recordemos que es mayor que la cúpula de San Pedro del Vaticano) en la que se abre un óculo, que siempre ha estado libre y sin cristales, de casi 9 metros de diámetro, por el que penetra el sol. La cúpula semeja la esfera celeste y el óculo la abre al firmamento. Los espacios reservados a los dioses debían abrirse al cielo y las ceremonias en su honor realizarse bajo él.

Vista inferior de la cúpula. Se aprecia la corrección de los casetones

La cúpula, aunque pueda paracer increíble, está construida en argamasa romana, el precedente de nuestro actual hormigón en masa, y no en mampostería, sillería o ladrillo, como afirman algunos tratados de arte ya muy anticuados. Es monolítica y, por tanto, la mayor superficie cubierta con hormigón hasta el siglo XX. Se ordena en cinco filas de casetones, entre los que se forman los paralelos de la semiesfera, de veintiocho casetones cada una, entre los que se forman los meridianos de la misma. Los casetones están corregidos geométricamente, dependiendo de la altura, para dar una visión armónica al observador que mira la cúpula desde su centro hacia arriba. Además, sirven para aligerar notablemente su peso.

Los rayos del sol entran por el óculo e inundan el interior

El enorme peso, los tremendos empujes laterales y la dificultad para la ejecución de la cúpula son problemas que llevarían a un descomunal quebradero de cabeza a cualquier especialista en estructuras de hoy en día y que fueron magistralmente resueltos. En la cúpula, con su ordenación en meridianos y paralelos, cada anillo es autoportante (se soporta a sí mismo) sin necesidad de completarse con una pieza pesada que lo cierre en su centro en el punto más alto, que se suele denominar clave. Sólo así se puede explicar la ejecución de esta inmensa cúpula (por anillos) que, de otra manera, hubiese requerido tales armazones de madera hasta completarla e incluir su clave central que la hubiesen convertido en una tarea imposible en aquel tiempo.

La hoja de la cúpula, también para descargar peso, tiene en su parte más alta un grosor de tan solo 1,5 metros frente a los casi 6 metros en el punto de enganche con los muros. El tambor cilíndrico de los muros es también de hormigón, de 6,1 metros de espesor, recubierto exteriormente por ladrillo e interiormente por las decoraciones que hemos descrito. Cuenta con arcos de descarga incluidos en su masa interior para distribuir los pesos de la cúpula de manera uniforme hacia los cimientos, formados por un anillo de hormigón con 7,3 metros de grosor y con una profundidad incrustada en el firme de 4,5 metros.

Alcanzando cotas alucinantes de maestría constructiva, el arquitecto eligió conzienzudamente los caementa (el equivalente a la grava y arena con las que se mezcla el cemento actual para fabricar nuestro hormigón) con los que mezclar la cal y el polvo de puzolana (componentes del "cemento" antiguo) para fabricar la argamasa. Eligió argamasa con piedras de travertino para los cimientos. Capas alternas de argamasa con travertino y otras de argamasa con toba (piedra volcánica) en el tambor de los muros. Argamasa con piezas de losetas de ladrillo y toba en los primeros anillos de la cúpula, y una argamasa muy ligera con piedra pómez en los últimos anillos. Así, el peso por unidad de volumen en la parte más alta de la cúpula no llega a alcanzar los dos tercios del peso de los basamentos.

Merece la pena rodear la inmensa masa de los muros del cilindro, que cuando se construyeron no estaban a la vista de quien entraba en el templo, sino ocultos por otras edificaciones. En ellos se pueden ver con claridad los arcos de ladrillo que descargan el peso de la cúpula a los cimientos y dejan libres bajo ellos los espacios ocupados por los nichos (hoy capillas) interiores.

Vista del tambor cilíndrico de los muros. Se ven los arcos de descarga en él

Grabado del siglo XVI. Aparecen con claridad los arcos de descarga

La forma circular de El Panteón es sin duda la que ha hecho que sobreviva hasta nuestros días. Cuando en el siglo IV el imperio decreta la abolición de los cultos paganos e impone el cristianismo como religión oficial, la inmensa mayoría de los templos rectangulares, que no se adaptaban por su forma a los ritos y ceremonias cristianas, son empleados como canteras de piedra (sobre todo mármol) para otras edificaciones. Esa misma suerte corrieron otros templos cercanos a El Panteón, pero este sólo fue abandonado.

En el año 608 el siniestro emperador bizantino Focas lo ofreció al Papa Bonifacio IV para que lo convirtiera en templo cristiano. Así, fue consagrado desde entonces hasta hoy a Santa María de los Mártires y, según la tradición, se trasladaron a él infinidad de huesos provenientes de la catacumbas para darles una más digna sepultura. De aquí, y no de otro sitio parece venir la transformación del significado de la palabra "panteón", desde su etimología original ya explicada, al de lugar de enterramiento de varias personas. Siguiendo con esta tradición, muchas personalidades ilustres yacen en él. Además de las tumbas de los dos primeros reyes de la Italia unificada; Vittorio Emanuele II y Humberto I; cabe mencionar la tumba de Rafael Sanzio (el gran pintor renacentista). Sus restos reposan en la antigua urna romana que hoy se contempla desde el siglo XIX, en que se comprobó su identidad. El epitafio  que se grabó entonces, en latín, es muy hermoso y se puede traducir por "Aquí yace Rafael, por quien la Naturaleza, la Gran Madre de todas las cosas, temió ser vencida mientras estaba en vida. Hoy que ha muerto, ella misma teme morir"...

Tumba de Rafael en El Panteón

Ningún hombre poderoso de la antigüedad romana amó tanto la arquitectura como Agripa y Adriano, que soñaron esta belleza hasta hacerla realidad para deleite del mundo...

P.S. Las fotografías actuales son propias. La fotografía antigua, los planos y el grabado están libres de copyright.

16 comentarios:

Ana Trigo dijo...

¡Qué buena explicación! Me guardo el enlace para pasárselo a mis alumnos cuando sea profe y tenga que explicar la arquitectura en Roma. Últimamente ando un poco perdida porque estoy superliada con las oposiciones y mandando currículums, hasta tengo ganas d que llegue el examen...Un abrazo!

Ladrillo dijo...

Ana.
El Panteón me gusta tanto que he disfrutado muchísimo redactando la entrada. Pensaba poner más cosas, pero me ha parecido excesivo.
Un abrazo muy fuerte y sigue con ánimo con las oposiciones.

Dyhego dijo...

Don LADRILLO:
Hace dos años, los de Historia y Clásicas pusieron en el salón de actos un documental de la BBC (por favor, que nadie me diga bibisí, que lo arrojo a los leones)sobre el panteón. Me ha gustado leerlo.
Salu2 sin enladrillar y con contrafuertes

Anónimo dijo...

Una entrada magnífica. El Panteón es uno de los edificios más fascinantes que existen y ha sido inspiración para arquitectos a lo largo de toda la historia, que han plasmado su armonía y proporciones en sus nuevos edificios. Y no sólo desde el punto de vista formal sino que estructuralmente no fue superado hasta el siglo XX.

Por mi parte estaría encantado de leerle más sobre tan insigne edificio.

Un cordial saludo.

Ladrillo dijo...

Pfunes.
Muchísimas gracias por tu comentario. Es posible que me anime a hacer otra entrada sobre la evolución de la argamas romana, que es muy interesante.
Un abrazo.

Ladrillo dijo...

Dyhego.
Gracias por pasarte por aquí y por comentar.
Un saludo.

Dyhego dijo...

Don LADRILLO:
Hoy he pensado en Javier y he hecho un par de fotos a un edificio. Pregúntele si quiere que le mande una, pero sin compromiso ninguno. Que sí, pues sí; que no, pues no.
Estoy preparando mi segunda pregunta.
Salu2

PACO HIDALGO dijo...

Excelente entrada y magnífico estudio de este lujo de obra arquitectónica romana. Me llevo el enlace para pasárselo a mis alumnos de bachillerato, puesto que es una obra de las suele caer en selectividad. Siento no pasarme más por aquí por falta de tiempo, pues es una página muy instructiva y no hay tantas de arquitectura. Un abrazo desde Sevilla.

Ladrillo dijo...

Dyhego.
Por supuesto que me las puedes enviar a suenosdeunladrillo@gmail.com
y muchas gracias.
Un saludo.

Ladrillo dijo...

Paco.
Muchas gracias por tu comentario. Ha sido un lujo escribir sobre El Panteón y que os haya gustado.
Yo ya les he dado el enlace a mis alumnos, que son del técnico, y a los de mis compañeros de Arte, pero no hacen mucho caso.
Un saludo y gracias por pasar por aquí.

Alejandro Muñoz dijo...

Magnífico, Javier.
Gracias por este nuevo regalo.

Un abrazo y tómate esta semanita de descanso.

Ladrillo dijo...

Alejandro.
Gracias a ti por seguir fielmente el blog. Ya estoy preparando la de entrada de Semana Santa.
Un abrazo y descansa tú también.

mismo dijo...

Tienes un blog interesante y enhorabuena por la última entrada del blog, me ha gustado mucho.
Me ha llamadao la atención la 4 foto que has subido;habla de mucho de temas de construcción romana.

Un saludo ya me pasaré por aqui a seguir leyéndote.

Ladrillo dijo...

Mismo.
Gracias por pasar por aquí y comentar. Espero seguir interesándote con el blog.
Un saludo.

Vergónides de Coock dijo...

Genial. Suerte.

Ladrillo dijo...

Basurero Usurero.
Muchas gracias por pasar por aquí y comentar. Por cierto, la imagen que usas es la misma que llevo en un anillo que era de mi abuelo en mi mano izquierda. Viracocha, si no me equivoco. El anillo lo trajo un tío mío de Perú para su padre (mi abuelo) hace casi cincuenta años y ha estado siempre en la familia.
Un abrazo.