Fallingwater... El éxtasis y el orgullo

Hoy he vuelto a revisar una de las casas más impresionantes que existen... Fallingwater o La Casa de la Casacada, como se la conoce en castellano. Una de las obras cumbre de la arquitectura americana y a decir de muchos críticos, la mejor obra de Frank Lloyd Wright (1876-1959).

La casa fue encargada por un adinerado empresario de Pitsburg, dueño de una cadena de Grandes Almacenes, Edgar Kaufmann. Este hombre tenía unas cabañas muy deterioradas en un lugar de Pensilvania llamado Bear Run (Arroyo del Oso), cerca de una cascada, y quería una vivienda de fin de semana para la familia. Wright visitó el lugar y lo primero que propuso fue realizar la casa sobre la cascada, a lo que en principio Kaufmann se negó. Nueve meses después Wright no había dibujado ni una línea de lo que bullía en su cabeza para esta residencia. No fue sino cuando Kaufmann anunció su visita al estudio del arquitecto, que este desarrolló los planos en pocas horas. La casa nacería sobre la cascada, con unos muros de piedra de una cantera cercana que formarían su núcleo central y dispondría de unos voladizos horizontales de hormigón armado en color crema. Al mismo tiempo que se adaptaba al terreno, se imponía a él de una manera magistral. El proyecto estaba terminado en 1935. Como dijera Wright, la casa estaba diseñada "para la música de la cascada", que se oye desde todos los puntos de su interior.

Perspectiva de Fallingwater dibujada por Wright

Vista clásica de la casa con la cascada fluyendo bajo ella

La construcción no estuvo exenta de problemas. Los ingenieros afirmaban que la estructura propuesta por Wright para los grandes voladizos no aguantaría y propusieron cambiarla. El enorme orgullo del arquitecto sólo le permitió asumir un mínimo cambio que suponía insertar unas pequeñas piezas metálicas sustentando parte del vuelo principal. El propio Kaufmann, asesorado por los constructores, desconfiaba de la estructura de Wright y ordenó duplicar, en secreto, el acero que llevaba el hormigón armado. Enterado Wright, sus iras pusieron en jaque la continuidad de la obra... Y sin embargo, el tiempo demostró que Wright se había equivocado. Si Kaufmann no hubiese duplicado el acero, los voladizos no hubiesen aguantado ni tan siquiera su propio peso. A pesar de ese acero añadido, la deformación en el borde de los vuelos en los años 90, alcanzaba los 22 cm. Las obras de rehabilitación de la casa en 2001 para corregir esta situación costaron 11,5 millones de dólares. Más de cinco veces lo que hubiese costado construirla entera en 2009.

Vista de la casa desde el lado menos conocido, con la escalera que baja hasta la superficie del agua

La casa, que fue considerada una obra maestra de la arquitectura desde casi el momento mismo de su terminación en 1937, fue cedida en 1964 por el hijo de los Kaufmann a la Western Pennsylvania Conservancy que la abrió al público como museo. La casa recibe unas 120.000 visitas al año, acumulando más de 6 millones de visitantes desde su apertura. La Smithsonian Magazine la considera uno de los "28 lugares que visitar en la vida".

Uno de los salones interiores de la casa, con los acabados, muebles y techos diseñados también por Wright

Como decía en el título de la entrada, creo que no puede haber mayor éxtasis para un ladrillo (o en este caso para una piedra) que formar parte de esta maravilla. Una maravilla que salvó para la posteridad la desconfianza de un cliente en el excesivo orgullo y enorme "ego" de un grandísimo arquitecto.

La página oficial de La Casa de la Cascada la dejo en este enlace. Las fotos son maravillosas.

2 comentarios:

Alejandro Muñoz dijo...

Sé que no tengo perdón, Javier, perdona mi retraso... y aunque pueda parecer una burrada, el gasto de su rehabilitación está completamente justificado. Conociendo a los americanos, seguro que todo se financió con capital privado.

¿Algún día hablaremos de Mies, no?

Ladrillo dijo...

Muy buenas Alejandro. Bienvenido por aquí.
Por supuesto que mereció la pena el coste de la rehabilitación. Yo es uno de los sitios a los que deseo ir, como dice la Smithsonian Magazine "...before it's too late". Por supuesto que hablaremos de Mies... dentro de muy poco con el Pabellón del 29. Un abrazo.